Imágenes proyectadas en las paredes, el piso y el fondo de la sala, todas de gran belleza visual, funcionan como escenografía de esta obra, que fue mutando desde que se estrenó en 2003. Sube a escena este viernes en El Galpón de las Artes.
Acaso como símbolo de lo vivo que está el teatro, la obra “Quién traerá el alba” no permaneció inalterable desde 2003, cuando vio la luz por primera vez en el ciclo Teatro x la Identidad. “Por un tiempo la dramaturgia y dirección se mantuvieron, pero se fue modificando aquella versión para ir acercándonos a las ideas de complejidad y multiplicidad dramática de escenas resonantes”, contó Claudia Balinotti, directora y autora de esta obra que volverá a escena este viernes. Se la podrá ver a las 21 en la sala El Galpón de las Artes (Jujuy 2755).
Al finalizar la función, el grupo abrirá una charla con aquellos espectadores que deseen compartir sus sensaciones. Será un motivo para acompañar al grupo en su cumpleaños número 27, antes de llevar la obra a otras plazas, dentro de la Fiesta Regional del Teatro independiente.
“Las últimas funciones fueron en 2013 en el ciclo Cruzando Fronteras en México. Y entre aquella versión y la actual pasaron diez años y apareció una nueva oportunidad de crear”, dijo. Por eso es que la puesta en escena del presente dista tanto de la que se vio antes.
Ahora, esta nueva versión está marcada por el juego de proyecciones audiovisuales en pantallas gigantes, colocadas sobre el piso, en los fondos y en los costados de la sala. Aparecen imágenes que potencian la abstracción y la poesía de la obra, en la que actúa Balinotti junto a la actriz Mónica Juárez. El diseño audiovisual es tarea del artista visual Mariano Tiribelli.
“La instalación de vídeos crea una poética audiovisual que se fusiona a la poética escénica y que definitivamente transforma a ‘Quién traerá el alba’ en una nueva obra dispuesta a interactuar con los lenguajes y con este presente”, agregó la artista.
Sobre el contenido de la pieza, Balinotti narró que la historia se vincula a “una experiencia poética estructurada de forma onírica, como un sueño o una pesadilla”.
Y agregó: “El lenguaje va siendo desplazado en imágenes, acciones y videos que no siguen una lógica gramatical, ni tampoco de tiempo lineal, ni el uso de la proyección para describir. Es una escritura escénica disruptiva ante las convenciones tradicionales y tampoco busca aclarar lo que sucede, expone al espectador a desentrañar, a imaginar una respuesta subjetiva de ese sueño pesadilla que parece que no termina de nacer”.
Además, la actriz entendió que “la interpretación es subjetiva, hay una singularidad en cada espectador y desde su posición, desde su mirada surgirán resonancias”. En ese sentido, aclaró que la obra siempre “invita a preguntarnos sobre la condición humana o sobre una tradición que pudo adormecer ciertas batallas”.